lunes, 13 de julio de 2009

Quintiliano

Tenía ganas de hacer una relectura de, al menos, una selección de la Institutio Oratoria de Quintiliano. Hoy he recalado en aquellos fragmentos (casi todos del libro II) que dedica a la figura del profesor, y no me resisto a traer aquí unos cuantos por si a alguien le resultan útiles. Al menos, dan que pensar.

Es famoso el retrato que hace Quintiliano del maestro, y de la actitud que ha de mantener ante sus alumnos. Por ejemplo, en cuanto a las manifestaciones de su carácter, despliega este catálogo de dotes:
Su austeridad no debe ser triste, ni su familiaridad relajada, para que no surja de aquella el odio ni de esta el desprecio. (...) advertirá más frecuentemente, que castigará. Tampoco debe ser colérico, encubridor de lo que hay que corregir. Será sencillo al enseñar, soportará el esfuerzo, será constante antes que impulsivo.
El poder de sugerencia del maestro proporciona buenos resultados de cara al razonamiento de sus alumnos:

El mismo maestro dígales cada día algo, o mejor muchas cosas, que los oyentes puedan comentar con él.

También se entretiene en comentar cómo deben ser las reacciones del profesor ante las intervenciones de los alumnos:

Contestará con gusto a los que le pregunten y a los que no pregunten les interrogará. Al alabar las intervenciones de los alumnos no será ni irónico ni efusivo, porque lo uno produce el tedio para esforzarse y lo otro seguridad excesiva.

Los problemas disciplinarios también estaban presentes en la escuela romana. Se ve que el asunto ya viene de antiguo...

Ahora bien, de ninguna manera se ha de permitir a los muchachos (…) esa liibertad de levantarse de su puesto y dar saltos de júbilo (…) y (…) no sólo se ponen ahora en pie (…) sino que echan a correr y con desvergonzado jolgorio gritan y aplauden a una.

Hoy, estamos deslizándonos, quizá a veces en demasía, por el plano del aprendizaje lúdico. Quintiliano veía en el juego un provechoso instrumento de enseñanza. Esto es lo que dice en el libro I:

Hay hasta algunos juegos no desaprovechables para agudizar los espíritus de los jóvenes, cuando ellos apuestan entre sí con pequeñas preguntas sobre cualquier materia.

Quintiliano nos queda más cerca de lo que a muchos pueda parecer. Le debemos muchas cosas: entre otras, el primer 'plan de estudios' que tuvo Roma, en los albores de una enseñanza publica que daba sus primeros pasos.


1 comentario:

Iacomus dijo...

Molt bo el text, no el coneixia. Ve a ser una raó més per ensenyar més clàssics i menys pedagogia i pseudo-psicologia als futurs mestres...

Salutacions,

Jaume